miércoles, 1 de junio de 2016

PIMIENTA BEBÉ


(Mini) Conversación real con mi mamá:
* Día de semana, 10 y pico de la noche *

Yo.- Capaz me voy a vivir a Estados Unidos por un año.
Mamá.- Yo estoy mirando Tinelli.

martes, 22 de septiembre de 2015

Cuando me doy cuenta de que google no va a entender un sentimiento que tengo, porque el traductor no conoce la manera de anotarlo en forma de oración, de dígitos, entonces tengo ganas de hablar con alguien! Y como es de madrugada y me encuentro sola en mi habitación, escribo para manifestarlo. Más que ganas de chatear lo que tengo es el deseo de ver realmente a la otra persona, sin la estética blanca que me recuerda a un hospital que suelen tener las redes sociales, y no porque no me gusten, me encantan y me entretienen, pero por momentos. Lo que realmente quiero es ver a alguien en persona, una persona de carne y hueso y poder tener una conversación en exclusiva, cuerpo a cuerpo, que los sentimientos fluyan acompasando las palabras y llevándolas al cuerpo, y que si uno ofende al otro se puede terminar en trompadas, y que si uno endulza al otro se puede terminar en pasión coreografiada. 

martes, 17 de febrero de 2015

LO ESENCIAL ES INDIVISIBLE

Los quiero de todas maneras, pero no de cualquier manera, los quiero bien

Elton John - Tiny Dancer


¿Es el aceite esencial de rosas, son las familiaridades que desconozco, los gozos de los que no participo, es el incesto secreto del cerebro humano, es el número maldito, la adolescencia que retiene el grito? ¿Son las erinias de los griegos? ¡Es la furia, señores! ¡Sí señores, la furia! ¡Aquí me tienen!

domingo, 27 de enero de 2013

Aprendí lo que son las candilejas a los fines de pensar que vos sos un actor encandilado por ellas, mientras yo te miro desde una butaca. Y no es tan terrible ser espectadora como estar expectante, aunque mi enciclopedia indique, con énfasis, que jugar es siempre lo más pulsudo.

viernes, 21 de diciembre de 2012

¡digo plim, digo flu, ta te ti to tu! 

¡dices mish, dices lux, fillifray nicú! 

mishmichinixlu, Rume tuberacz.

martes, 11 de diciembre de 2012

"Moco vaginal". Listo, acto lingüístico mediante, somos grandes transgresores. Sin embargo, hoy una familia se da al elegante banquete de cumpleaños del diecinueveañero. Una vez escuché a un muchacho insultar a otro que era unos años más joven que él, calificándolo de esta manera:
"Vituperante el diecinueveañero."

Volviendo al tema (supuestamente hay uno). La familia me cuenta entre sus miembros y los estómagos fueron colmados alegremente. Tomé un vaso de cerveza y dos de vino. Mentira, al revés, pero me salió decirlo así.

Sentí que, en la conversación, estuvimos muy cerca de transgredirnos. Hablábamos de las cotidianeidades del hablar. Pero, mis sospechas me dicen, hablábamos sin saberlo. Y aún en el no saber, o, incluso, en mi conjetura de un saber que no hace saber de su saber (a saber, el saber que se sabe y no le hace al otro saber que se sabe saber), le tendimos pequeñas trampas graciosas a la conciencia. En directo, nos vimos de soslayo, unos a otros, las cotidianeidades del hablar, como quien le ve a un desprevenido el asomar del calzón. Una extraña muerte feliz concurrió a la ceremonia del lenguaje. Y el gusanito dentro mío quiso decir que, a veces, hablar le parece en esencia ridículo, y por tanto, a veces, le parece que deberíamos hablar un hablar ridículo conciente, por decisión, pero para expresar semejante ridiculez le fue preciso hablar, y eso le pareció algo muy vituperante y justo entonces se achanchó.

lunes, 20 de agosto de 2012

Levocetirizina y dieta hipoalergénica o sencillamente picazón.


Protagoniza este espectáculo la médica homeópata que habla de la sociedad. Aquélla de la incomunicación y su tecnología de punta y sus nervios de tacón, pelos cabeza abajo, patas desnudas. ¡El pelaje! Interconexión capilatis, conversación de sudor. Un itinerario lingual por la geografía mojada y el pudor del cuerpo, de la carne tembleque0 y el lobo feroz. 

Para la pulcritud del paranoico, y para la comodidad del artesano de la adecuación, tenemos circuitos más confiables, cabecitas. La distancia del sonido y de la imagen, de modo tal que todos seamos un bello conglomerado de islas, como pacíficas moscas zombies en un cóctel de la alta sociedad. La sociedad de la que habla la médica homeópata, ¿les conté?


martes, 31 de julio de 2012




¡Digan whisky, jitanjáforas y magia, salud!





jueves, 12 de julio de 2012


lunes, 2 de julio de 2012




Veranito de San Juan
Me faltan los dientes y me sobra el pan
Caballero apuesto, descorchemé un champán
Lo aguardo, cuando la jornada llegue a su velorio
Cuerpito gentil y burbujeante en el zaguán




miércoles, 6 de junio de 2012



 mi chico agridulce
bizcochito desamorado
¡qué bien te me escapás!
yo no quiero escuchar a morrissey
cuando la selva espera
selva, ¿sos pera?
bizcochito, ¿me esperás?


domingo, 13 de mayo de 2012

Vergüenza


Por suerte todavía tengo suficientes verboides debajo de la pollera como para escandalizar las ideas de mi nación desde la comodidad de mi fogón. 
Sólo que ocurre el atardecer de vez en cuando y me encuentro. La sangre, la fábula, la mentira de una primavera aguardan. El rey triste me señala con el dedo. Débil carne blanca, me has dicho, apátrida. Así te bosquejo detrás del edificio de un café. Oh, centinela. Por qué. 

domingo, 15 de abril de 2012










jueves, 12 de abril de 2012





viernes, 16 de marzo de 2012

Solanum Tuberosum


Sólo puedo hablar de cosas pequeñas y estoy encaprichada con la idea de que no conozco nada; soy muy caprichosa y a la vez muy vulnerable a mis caprichos, lo cual, por lo general, no constituye una linda combinación. Obedezco a mi propio infantilismo: me hago caso, me sigo la corriente, me creo lo que digo. Pero objetivamente. Objetivamente -a esta altura de mi desconche declaro que no ostento la más remota noción de qué son lo objetivo, lo subjetivo y lo neutral (lo neutral es subjetivo)-, sé, reconozco, entiendo, me formulo, entiendo, acepto y afirmo que decir que se me pasó el tren a los veintiún años es una pelotudez desproporcionada. Desproporcionada con respecto a qué no sé. ¡Es una pelotudez soberana! Soberana de qué sí sé, soberana de mi comportamiento. Y me atrevo también a sostener, corajuda de mí, que decir que se me pasó el tren a cualquier edad es una pelotudez. Decir que se me pasó el tren, a cualquier edad, me parece una pelotudez. ¿Más afirmaciones convincentes de las que valerme, para construirme un marco teórico piola, en este corte y confección de premisas que puedan llegar a serme útiles, en este manotazo imbécil por salvar mi vida o mi granja de ilusiones, en este encabronado intento de desmantelar el ejercicio diario de la mediocridad bien disimulada? La tristeza ya no va. Realmente estoy escasa de máximas y de confianzas vigorosas en esta noche débil, pero si de mis pobres confianzas escasas puedo rescatar una, ésa es la ya especificada. La tristeza ya no va. Un día, hace muy poco tiempo, simplemente, entendí mi tristeza de siempre. La que me acompañó desde antes de los orígenes de mi memoria. La entendí y listo. Chau, no más. No más lamento de fondo, no más polvareda constante bajo la alfombra de mis ánimos. Un día simplemente la entendí y la dejé partir. Ya está, lo nuestro ha cumplido su ciclo. No era tan difícil notar que algo más había alrededor tuyo. Algo más que tu mera mención o tu mera presencia, o la conciencia de tu presencia o la conciencia de tu mención. Tu aura anunciaba con delicadeza estéril, en los oídos taponados de mi cómodo intelecto de conversación de sobremesa, que había algo más. Con algo más me refiero a una causa. Una raíz. Encontré tu raíz. A veces cuesta hablar con la gente y que un buen número de personas (un buen número es aquel que no le pega bofetazos a otros números. ¡Carajo!) se ponga de acuerdo en un concepto. Quiero decir, si la consigna es teorizar sobre la realidad, el primer paso es decidir el suelo firme sobre el cual hacerlo. Un suelo que es una decisión. Entonces. Un suelo que siempre ha sido barro. Bueno, que un número bueno, que un buen número bueno se ponga de acuerdo en un concepto. ¡Ni siquiera digo discutir! Para discutir algo, primero es preciso acordar que existe. Acordar que existe una raíz de las cosas, por citar un ejemplo. Que las cosas tienen una raíz. O una semilla. Pero por más sola que me quede en mi cátedra sobre el tubérculo de los problemas o la zanahoria de las personas, seré empedernida por vocación y me asiré de este concepto. Me seguiré la corriente y creeré ciegamente en este concepto. Que los tubérculos tienen problemas y que las zanahorias son personas.

Por lo tanto, queda establecido que cualquier manifestación de la idea de que se me pasó el tren, a cualquier edad y en cualquier idioma, es una pelotudez. Y que la tristeza ya no va. Y que existen los tubérculos. Y si existen los tubérculos, tal vez deba de aprender que han de ser comestibles, y de ser comestibles, está la posibilidad de que sepan grandioso, y de pronto, además de su grandioso sabor también cabe sugerir que - listo, ya estamos. Los establecimientos están hechos. Mi bitácora de papel me espera en mi cuarto. Pero no podré dormir en mi cama porque está enterrada debajo de mi ropa. Es decir que mi cama es una raíz, una semilla o un tubérculo. Hablando en serio. Los establecimientos han quedado hechos en cuanto a que la afirmación sobre el tren carece de validez. No puedo obedecer a esa idea. Por más de que en alguna esfera absolutista del entendimiento del mundo se conciba que esa afirmación puede ser o es certera, yo he decidido (y la decisión es un tópico aquí, y para mí, sumamente importante) que voy a ser congruente con lo que me conviene. Es decir, si el montaje de un sistema de pensamiento determinado favorece en mí la puesta en acción, y si consolida y fortalece esa puesta en acción, pues adhiero a este montaje. Aunque no sea más que eso. Cualquiera sea el montaje, siempre y cuando se trate de uno conciente. Aquí esta noche, ¿qué castillo estoy levantando? Ya apunté un par de premisas. En un momento, y por un breve pero significativo lapso, mi proceso de escritura desvió mi voluntad de su camino hacia la resolución y la distrajo en la atractiva tarea de la escritura recreativa, la escritura por delectación. Una escritura cuyo único fin es conformar un sistema en sí misma, y un sistema cerrado. Un sistema que sólo dialoga consigo. Pero la intención original, la intención que abrió en primer lugar este archivo de wordpad y comenzó a mover mis manos sobre el teclado, era la intención de dar inicio y constituir exitosamente un circuito abierto. Una corriente de energía que se comunicara con la realidad operante. ¿Cuál es mi realidad operante? (La terminología que manejo es propia de una analfabeta de la filosofía y las ciencias del lenguaje, al punto de no ser siquiera una terminología) Mi realidad operante es estar sentada escribiendo. Punto y aparte.

jueves, 8 de marzo de 2012

Dos señores japoneses han dedicado numerosos años de su vida a estudiar con ahínco la lógica comportamental de un compendio finito de las posibilidades infinitas de interacción entre piedras negras y piedras blancas. La gramática del Universo. Los dos señores japoneses están sentados en silencio, quietos. De saber ambos el mismísimo principio de la cosa, conocen el final. ¡Tiembla el centinela cuando el primer señor levanta el primer dedo para, abierta la puerta, consumar el jugar!

Heme, pues, aquí, aquí heme. Soy el agujero negro en medio de la geografía de los anillos de metal y los renglones carceleros, la tinta lavada y las hojas amarillas por el tiempo. Soy la pelusa que no sabe qué es el Tiempo.
Heme, pues, aquí, aquí heme. La duda engatusa a mi conocimiento y de él sólo queda una prima hermana de labios rojos y bigotes negros  -ésta es la sombra y no es el nombre-. La duda engatusa a mi conocimiento y yo huelo el final de cada uno de mis comienzos. (A la vuelta de la birome hay también otro panfleto en el que la intuición es una noble heroína y el conocimiento es su primo hermano grotesco. Ésta es la sombra del nombre. )

¡Ah, el retorcer de las tripas de la verdad anterior!
¡Un vientre! Supiste ser
una tristeza
escondida y constante de
luz intermitente.

La luciérnaga que cantará:
Mi príncipe gris, mi fantasma azul
me debe un baile y no una explicación.


lunes, 5 de marzo de 2012